La luz del taller brilla con intensidad, reflejándose en los autos y en las miradas de dos clientes que esperan pacientemente su coche. Don José Manuel y Jose conversan en voz baja, recordando historias que el tiempo nunca logró borrar.

De pronto, nuestras miradas se cruzan.

—Don José Manuel…

Han pasado más de 45 años desde la última vez que hablamos, pero es como si el tiempo no hubiera pasado. Lo reconozco al instante, como si estuviera viendo al Joven amable, rubio, de pelo rizado y ojos azules de antaño . Su expresión también cambia, sus ojos se iluminan con la misma calidez de antes.

—¡Cuántos años! —exclama con una sonrisa que me transporta al pasado.

Su hijo Jose escucha en silencio, observando la escena con curiosidad, y en su rostro se dibuja una certeza: hay encuentros que no necesitan explicaciones, solo se sienten.

Gracias Don José Manuel, gracias a tu madre y gracias a tu esposa por esa sopa que no me tomé y que continua en mi memoria